El èxtasis de Santa Teresa. Màrmol. Gian Lorenzo Bernini |
Obras del genial arquitecto y escultor Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) el "Éxtasis de Santa Teresa" (1647-1651) y la "Estatua yacente de la beata Ludovica Albertoni" (1671-1674), dos aventuras del arte concebidas hace mas de trescientos años hoy todavía nos inquietan; esos cuerpos desesperados, exasperados bajo sus barrocos ropajes, anhelantes de sosiego en un estado pasional, resultado de una actividad psíquico fisiológica. La aventura mística en la santa y en la beata comienzan con su intención nupcial, el “desposorio espiritual” con su amado hijo de Dios, reflejando su objeto deseado hasta alcanzar el episodio de dimensión sobrenatural, ya en el terreno de la compleja psicología humana. Se evidencia entonces una reacción psíquica provocada por el objeto aprehendido y una reacción fisiológica perceptible en el cuerpo mismo. La intensidad del amor que parte de la simple observación, pasa por el consentimiento, la unión, y desemboca en el rapto, en el éxtasis como una constante que asciende hasta el límite posible donde se pierde el control. El episodio místico comprende una serie de sensaciones, desde la normal "suspensión de los sentidos" hasta el rapto entre el dolor-placer elevándose el alma en una altísima contemplación con la consecuente suspensión o enajenación momentánea de la actividad corporal. La escena de Bernini en el “Éxtasis” es la versión éxtatica de las palabras de Teresa, acompañada de un ángel y narrando su propia vivencia mística:
“Veíale, en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me pareció tener un poco de fuego. Éste me pareció meter por el corazón algunas veces, y me llegaba hasta las entrañas, al sacarle, me pareció las llevaba consigo, y me dejaba toda abrazada de un aura grande de Dios”.
“Veíale, en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me pareció tener un poco de fuego. Éste me pareció meter por el corazón algunas veces, y me llegaba hasta las entrañas, al sacarle, me pareció las llevaba consigo, y me dejaba toda abrazada de un aura grande de Dios”.
En un altar de la iglesia romana de Santa María dela Vittoria, bajo una luz irreal, un aura de levitación sacude el cuerpo de Teresa, el ángel como Cupido, de sonrisa indefinida, sostiene cándidamente su fálica flecha encendida apuntándola a ese cuerpo estremecido que deja ver sus formas pletóricas de deseo aún bajo el ropaje abundante e innecesario, los párpados entrecerrados en un signo de gozo e indefecciòn, la boca entreabierta, gloria inmortal del arte barroco, como exhalando el suspiro apasionado, sus brazos hacia abajo, perdida del todo la fuerza en sensación de mortal desgajamiento, recostada y ofrecida a la voluntad del amor extremo; su desnudo pie de piedra parce elevarse a la altura misma de los placeres. Muerte y resurrección del mármol a la vida, deseo prohibido pero conscientemente recibido.
Estatua yacente de la beata Ludovica Albertoni. Màrmol. Gian Lorenzo Bernini |
Y en un altar barroco de columnas marmóreas de la iglesia de San Fracesco a Ripa en Roma, la beata Ludovica tan real como la piedra misma parece desfallecer en su mortal arrebatamiento entre los barrocos ropajes, las manos tensionadas y dolorosamente asidas al pecho, como queriendo arrancar el invisible rayo que la atraviesa, sufre el último gozo adolorido. Bernini la esculpió en la última etapa de de su vida, con sus avanzados 70 años, es el culmen de la obra escultultòrica del maestro, el pathos barroco por excelencia. Ludovica si muere en este acto de amor, sus ojos extraviados y su boca anhelante parecen contener el dolor del mundo.
Tal vez muere con ella la representación del ideal místico-religioso de la contrarreforma y de los siglos posteriores, tan diferente del éxtasis clásico griego, vivido y entendido como una doctrina alrededor de Dionisio, dios del vino, inspirador de la locura ritual, de la ebriedad, proveedor, por ejemplo, del éxtasis y de la euforia secreta de las mujeres en las bacanales de la arboleda de Simila. Habrá acaso en el siglo XXI un concepto éxtatico que podríamos llamar neo-dionisismo?
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